HISTORIA
En las montañas húmedas de la Sierra Madre de Chiapas, muy cerca de la frontera con Guatemala, se encuentra Amatenango de la Frontera, un territorio donde el café ha sido, durante generaciones, un patrimonio familiar más que un cultivo. En este entorno nació SIPRO, una asociación formada por nueve jóvenes productores y las familias que los rodean, unidos para proteger un oficio que está desapareciendo poco a poco en la región.
La historia del café en esta zona es también la historia de miles de pequeños productores de Chiapas, que trabajan parcelas muy pequeñas —a menudo de apenas una hectárea— y dependen casi exclusivamente del café para sostener a sus familias. A pesar de que Chiapas es el estado que más café produce en México, también es uno de los más pobres, y la falta de recursos, infraestructura y apoyo ha ido haciendo cada vez más difícil mantener este modo de vida.
En los últimos años, la región ha enfrentado una mezcla de retos que se entrelazan entre sí. Por un lado, el clima ha cambiado de forma notable: las lluvias ya no llegan cuando deberían, afectando etapas críticas como la floración del café, lo que ha reducido de manera dramática el volumen de producción. Por otro lado, conseguir mano de obra durante la cosecha se ha vuelto muy complicado; generaciones jóvenes de trabajadores migran a Estados Unidos en busca de mejores oportunidades, y la frontera, antes cruzada con naturalidad por trabajadores guatemaltecos, hoy se ha convertido en un espacio que muchos tienen miedo de atravesar.
A estos desafíos se añaden dificultades económicas: los insumos agrícolas se han vuelto más costosos, los precios locales del café siguen siendo bajos y, recientemente, el aumento de la inseguridad en la zona ha impactado incluso en algo tan básico como poder transportar la cosecha. Todos estos factores han hecho que la producción de café en Chiapas sea, para muchas familias, un acto de resistencia más que un negocio rentable.
Sin embargo, en medio de este panorama, SIPRO representa una respuesta colectiva. Al organizarse como asociación, los productores han evitado depender de intermediarios inestables y han encontrado formas de conectar directamente con compradores que valoran su trabajo. Su objetivo es simple pero profundo: garantizar que el esfuerzo invertido en cada grano se traduzca en ingresos que permitan seguir cultivando, vivir con dignidad y mantener vivo el legado de sus antepasados.
Su visión también está estrechamente ligada al cuidado del entorno. Las fincas de Amatenango se trabajan bajo sombra natural, con métodos de limpieza manual, conservación de suelos y prácticas agrícolas tradicionales que estaban en riesgo de desaparecer. La presencia creciente de fauna —tucanes, codornices, armadillos— es señal de que estos esfuerzos están teniendo un impacto positivo en el ecosistema local.
Por eso, cada lote que sale de SIPRO no solo es café: es una declaración de resiliencia. Es la prueba de que, incluso frente a las dificultades climáticas, económicas y sociales, estas familias siguen apostando por un cultivo que es parte fundamental de su identidad. Cada cosecha que logramos recibir es, en sí misma, un logro compartido.
Este café es una forma de honrar esa perseverancia. Un puente entre quienes lo cultivan en las laderas montañosas de Chiapas y quienes lo disfrutan a muchos kilómetros de distancia. Al elegirlo, apoyas directamente a una comunidad que lucha día a día por mantener vivo un oficio tan frágil como extraordinario.